Agradezco la posibilidad de participar en ese panel con tan connotados participantes en un tema de tanta vigencia en el mundo, en particular en América Latina y en mi entorno caribeño e isleño de manera muy especial.
Mucho es el material trabajado sobre el proceso migratorio centrándose directamente en los derechos de los migrantes basados en los derechos humanos, referidos a la dignidad de las personas, ambos como denominador común de los seres humanos, ya provenga desde la visión religiosa con el sello de la caridad cristiana o con fundamentos sociales analizados desde distintas perspectivas.
Pensar los migrantes desde nuestra experiencia local nos retrotrae a los días de las aulas universitarias cuando en algunas asignaturas se abordaba el fenómeno conocido como “osmosis” y se definía como el movimiento de agua de un lado donde se concentran menos solutos hacia otro opuesto con más solutos. Para ello requieren traspasar una membrana semipermeable que lo permite y con ello equilibrar las concentraciones de cada lado
En la “osmosis migratoria” los solutos representan las condiciones materiales de vida y el flujo de sobrevivencia es el paso del lado de peores condiciones de vida (desde el de menos solutos) hacia el de mejores condiciones (más solutos), de menos a más, con la frontera como membrana semipermeable, a la cual se accede: Por vías legales o ilegales con el objetivo de equilibrar las concentraciones en ambos lados, que en el ejemplo están referidos a sus intereses particulares y que sin dudas beneficia su entorno original, en tanto disminuye la población padeciente, aumentan las remesas, disminuye la presión social en el lado de pobres condiciones, pero recarga a la de mejor calidad . Se altera el medio de origen y el de destino.
El profesor Fernando Ferran en un artículo publicado en el periódico “Acento” de República Dominicana en fecha 1 de mayo 2025 hace una clasificación de los inmigrantes, colocando como (a) Invasor al que por medio de apropiación de espacios y terrenos en base a raíces históricas se acultura. Esto ocurre con más facilidad entre países limítrofes agrego yo. (b) Deseado. Es el que interesa a la sociedad entre los que cuenta a los académicos, técnicos, son aquellos que son bien aceptados. (c) Tolerado. Está de manera legal, documentado, con derechos civiles garantizados y finalmente al que identifica (d) como intruso, un representante de la pobreza material y cognitiva que por lo general violenta los derechos de la ciudad que los acoge. Son importantes para el sector que los necesita como mano de obra barata y a los que no les proporciona cobertura social y sobre los que generalmente se estructura un negocio de trata humana, con sus consabidas perversiones.
Esa empresa de trata de personas y su viabilidad social depende de su sumisión a las leyes impuestas por dicho sector o su exclusión que implica delación y su consecuente repatriación. Es toda una industria que mueve dinero en base a la pobreza beneficiando a sectores de poder económico y basado por la explotación.
Nos dice el profesor Ferran que este último es el migrante problemático en tanto usurpa a los locales sus espacios de salud, maternidad, alojamiento, educación, empleo, desplazan a otros y complican la realidad de estos indicadores en el país destino, generando tensiones políticas entre sus países y escenarios territoriales. Dado que eso esta legislado en cada país se acentúan los conflictos entrelazados con banderas de soberanía y polarización ciudadana enraizados en los componentes legales de su conducción. Por lo general hay razones históricas de contenido bélico que resurgen en los momentos de conflicto como estandarte reivindicativo.
Los hemos traído nosotros
Arturo Pérez Reverte, encantador e irreverente escritor y analista español, cita causas muy similares del fenómeno migratorio, pero desarrolla a más profundidad el impacto cultural de los inmigrantes, colocando en su contexto español la importancia del idioma y el mundo de creencias de un migrante, haciendo referencias al islam con los musulmanes, que no solo es una representación de un tipo de vida difícil de conectar con la cultura española o el caso, digo yo, de Haití y República dominicana y en cada caso podemos quedar en libertad de ponerle nombre y apellido si les sirve en sus contextos respectivos.
Un denominador común es que en vez de incorporales a la cultura local se ha obtenido una sublevación renegando de algunos iconos locales, generando más animadversión y calificativos internos de racismo y xenofobia y hasta en algunos casos aporofobia. No es de dudarlo que haya un poco de cada cosa, pero no advertirlo y buscar salidas lo complica.
El autor citado se acusa y nos acusa a todos de no haber tomado las medidas de lugar en el momento oportuno, cito “Pero, como digo, los hemos traído nosotros: a todos ellos, a unos y a otros, con nuestro egoísmo nuestra imprevisión, nuestra cobardía, nuestra ignorancia y nuestra incompetencia” .
Es una forma de reconocer la politización de la migración, inicialmente como introducción de mano de obra barata, trabajo desdeñado por los locales, ignorando que cada mochila incluye la carga cultural, las costumbres y la tolerancia política en muchos casos.
No es necesariamente rechazo al migrante sino comodidad con sus aportes al mundo de lo privado sin tomar en cuenta las violaciones a los límites que invaden y/o superponen a la cotidianidad local. Los invasores, los deseados, los tolerados, así como los intrusos invaden, como lo hacen los nuestros en otros lares, pero eso los trajimos nosotros de alguna forma y los intrusos los trajeron los dueños del poder.
Todos requieren ser respetados en su dignidad y en sus derechos, pero los que son más, los abusados en el trasiego, son a la larga los que en nombre de esos derechos desplazan mano de obra local, aulas, maternidades, servicios de salud de otros locales, tan necesitados como ellos con igual derecho a ser reconocidos en su dignidad y que por demás son hijos de esa tierra, creando nuevos retos éticos que merecen ser respaldados.
En el caso español tratado por Pérez Reverte y extrapolable a muchas otras realidades donde se aposentan algunos migrantes, citamos:
“Un sitio donde medrar y depredar, con trabajo –si lo hay, que ésa es otra–, o con métodos fáciles e inmediatos: violencia, auto marginación, delincuencia. Agrupados en pandillas de supervivencia y ataque –ya hay organizaciones radicales que defienden el rechazo a la tierra de acogida–, solidarios entre sí, como musulmanes que son, frente a estos españoles hoscos y racistas, pero tan estúpidos por otra parte, en su opinión, como para permitirles campar con impunidad e incluso beneficiarse de ayudas, sistemas sanitarios y otras ventajas”.
La realidad es que cada vez más los países viven un proceso de osmosis migratoria que requiere de regular dichos procesos, excluir otros, lo que plantea un reto a los gobiernos de abordar el carácter empresarial del trasiego humano que se gesta como parte real y central de la trama intrusiva, pues de lo contrario se centra la irresponsabilidad en la necesidad y la pobreza del migrante y solo sale a flote el carácter compasivo de la necesidad humana y un calificativo de inhumanidad en el trato, bajo una caracterización de iguales.
Esta realidad se encadena a las condiciones históricas que refuerzan el rechazo a esa figura osmótica, pasando por los apelativos de la xenofobia y más fundamentado en la designación de la profesora Adela Cortina que lo reconoce como rechazo al pobre en la denominación de “aporofobia”.
Desde mi punto de vista hay que evitar la confusión entre los términos porque uno implica rechazar al extranjero “per se” consolidando un nacionalismo que puede rayar en chovinismo, que no es más que un sesgo validante del país de origen como superior a otros y más marcado aun si está presente el gradiente antes señalado. también preservarse de confundirse con el rechazo al pobre, característica fundamental en el migrante conocido como intruso, pues es su perfil y documento de identificación.
Otro sesgo condenable seria justificar el intrusismo que desplace los derechos humanos de los pobres locales y su descendencia pasando a ser de víctimas a victimarios, lo que abre nuevas responsabilidades a los gobiernos de hacer valer la justicia y los derechos constitucionalmente consignados.
La declaración universal de los derechos humanos protege a todos en sus 30 artículos fundamentales, dando sentido bioético en su primer enunciado cuando afirma “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. No hay ninguna duda de que la dignidad es el denominador común de los seres humanos, pero se organizan en base a la justicia para hacer prevalecer la impronta Kantiana de que las cosas tienen valor y las personas dignidad. Por su parte la Declaración universal de bioética y Derechos Humanos ratifican en su articulado los temas de Igualdad, justicia y equidad, afirmando que “Se habrá de respetar la igualdad fundamental de todos los seres humanos en dignidad y derechos, de tal modo que sean tratados con justicia y equidad (artículo 10) y en el 11 plantea sobre no discriminación y no estigmatización
“Ningún individuo o grupo debería ser sometido por ningún motivo, a violación de la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales, a discriminación o estigmatización alguna, abriendo un escenario propicio para discernir sobre el valor de la justicia como eje mediador entre dos pobres y sus derechos consagrados para uno y aspirado para otros
Dialogar con los migrantes desde la justicia
Esos que usando sobrevivir en mejores condiciones materiales desplazan a los pobres locales, esos que ocupan las aulas escolares y las maternidades y servicios medrando el presupuesto nacional, merecen ser tomados en cuenta y ser atendidos por su calidad de seres humanos con dignidad y derechos ya consignados en las declaraciones antes citadas, lo que es inadmisible es que en nombre de una justicia conmutativa mal interpretada cambiemos de pobres y sancionemos a los autóctonos que jurídicamente están amparados por sus constituciones nacionales y por los mismas declaraciones internacionales que los extranjeros.
Justicia social
Nuestro inolvidable amigo y expresidente de Felaibe, Jorge Ferrer ya fenecido, nos obsequió su reflexión sobre la justicia social a la que nos acogemos y aplicamos a la nuestra . Jorge afirmó:
“La justicia es el principio rector del orden social. Aunque hay diversas concepciones de la justicia en la tradición filosófica occidental, la definición de Ulpiano puede servirnos como guía: la justicia es la perpetua y constante voluntad de darle a cada uno aquello que es suyo, su derecho. Por supuesto esa definición deja sin responder preguntas muy importantes, cosa inevitable en definiciones formales. Tiene que llenarse con contenidos concretos que puedan darnos orientaciones concretas en la vida cotidiana. Entiendo que las consideraciones que hemos hecho en los párrafos precedentes sobre las personas, todas las personas –su valor incondicional y su dignidad—son el punto de partida para llenar de contenido la definición de la justicia”.
Ser un principio rector del orden social implica contextualizar los hechos y la dignidad desde el marco jurídico y para dar a cada quien lo suyo implica primero definir qué es lo suyo y eso lo normatizan las leyes y la constitución de cada país, que partiendo del reconocimiento de la dignidad y los derechos humanos asigna la justeza a la ponderación, dando la primacía a los locales cuando en esos mismos fundamentos no solo los iguala a esos migrantes, sino que los desplaza bajo esos fundamentos generando injusticia al falsamente igualar en categoría los componentes morales y legales de los indocumentados o intrusos como los llama Ferran.
“¿Qué es la justicia social?, pregunta Ferrer. Para entender lo que es la justicia social es conveniente que definamos primero, aunque sea de manera rápida, lo que entendemos por un orden social justo. Thomas Mássaro, en su libro Living Justice, afirma que un orden social justo es aquel en el que todos los ciudadanos tienen una oportunidad equitativa para vivir una vida decente, libres de cargas y privaciones desproporcionadas (Massaro, 2016, 2). Yo diría más bien que es una sociedad en la que todos tienen la oportunidad real de vivir una vida conforme a las exigencias de la dignidad humana, en la que se garantizan a todos la protección y promoción de los derechos humanos fundamentales. La justicia social tiene la misión de garantizar esa igualdad fundamental para todas las personas, de manera especial a aquellas personas y grupos más desfavorecidos en las estructuras sociales vigentes” termina la cita.
No hay dudas que la dignidad nos iguala en la calidad de humanos, pero el espíritu de la ley nos deja la impronta del impacto moral de la justicia recomendando formas de como recomponer la ilegitimidad del migrante intruso para darle el nivel de respeto, pero sobre todo garantizando los derechos del que resulta victimizado siendo un legítimo propietario de derechos congénitos, así como su descendencia.
No solo se resuelve este conflicto con la deportación sino fundamentalmente con dar lo suyo a cada uno, definir lo suyo y colocarlo en el nivel de lo posible, sin lesionar a los locales y eso para mí sería lo justo.
Conclusiones
El debate ético de derechos entre inmigrantes y nacionales es un desafío moderno a la bioética en tanto ambos interlocutores comparten la dignidad que los iguala pero no pueden imponerse creando lesiones a quienes por legitimidad originaria les corresponde usufructuar “lo suyo”, que es poco y le coloca en el círculo de pobreza, corrigiendo injusticias previas.
Concluimos apelando al concepto de justicia social que nos legó el padre Jorge Ferrer para levantar la importancia del dialogo bioético de un tipo de migrantes con los pobres locales. Cito:
“En otras palabras, la justicia social tiene una misión crítica, estructural y remediadora, porque como escribió Julián Marías hace ya más de cuatro décadas sobre la justicia social: “Es aquella que corrige o rectifica una situación social que envuelve una injusticia previa, que, si se mantuviera, invalidaría las conductas justas, los actos individuales de justicia (Marías, 1979, 16).” Esta es la tarea de la justicia social y, por lo tanto, es nuestra tarea. Este principio concretiza el de solidaridad que nos lleva a reconocer la humanidad de los otros y que es brújula irrenunciable para la bioética global y para la reflexión y praxis bioética en nuestra Región”. Poder ser justo implica reconocer y corregir las injusticias previas para poder buscar salidas apropiadas ya que en tanto no lo hacemos desconocemos las realidades puntuales y las llegamos a reconocer como normales cuando en realidad lo que estamos imponiendo es un modelo aberrante de justicia que en algunos casos específicos alimenta mas la llama de deudas históricas y dificulta salidas moralmente adecuadas.
Otro soporte de valor podemos encontrarlo en John Rawls en su obra “teoría de la justicia “ (1971) donde ilumina la justicia desde la equidad proponiendo que los principios de justicia puedan ser aceptados por todos desde una posición de igualdad, que sin dudas debemos referirlo como norma entre iguales, no entre desiguales como los que aspiran en su nombre desplazar a los pertenecientes al peor circulo de la pobreza local, unificándolos como un todo por su condiciones materiales de vida y no por sus derechos adquiridos, los hace iguales morales y legales que comparten en derechos la aspiración de equidad, cuando de lograrlo es solo unificando las pobrezas que por osmosis migratoria los confunde a costo de sustituir o desplazar las parturientas locales, los asientos escolares, las camas hospitalarias, la mano de obra originaria, pervirtiendo el concepto de justicia y equidad.
Los criterios absolutos de imparcialidad y justicia ponen en juego la denominada “posición original,” no ponen en la balanza las condiciones materiales de subsistencia, de género, religión, posición social, como propone Rawls y que llama “el velo de la ignorancia” de las realidades señaladas pero estaría partiendo desde el desconocimiento corriendo el riesgo de favorecer a unos en base a los intereses de otros, elevar en nombre de la justicia, por un error de origen la igualdad cuando unos perjudican los derechos de otros. Procurando una sociedad mas justa apoyada en reglas acordadas
El punto clave de este pensamiento es que al ser aplicado requiere iniciar por la identificación y legitimación propia de los que son los iguales en lo social, moral y legal evitando discriminaciones no solo de los más depauperados sino también de los nacionales de similares condiciones. Es llegar desde la equidad a la imparcialidad procurando una sociedad más justa apoyadas en reglas acordadas socialmente de manera racional.
Debemos propiciar un dialogo ético que parta del reconocimiento de la dignidad como elemento igualitario de los seres humanos pero cuyas realizaciones estén fundamentadas en la justicia y equidad desde el respeto puntual de los derechos humanos tanto entre los iguales como entre los desiguales.
Dignidad y respeto a los derechos humanos son los ejes claves de este dialogo entre desiguales siempre que previamente se subsanen las realidades de injusticia sobre las que sustenten y se imponga un régimen de justicia social.
Bibliografía
Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Paidos. Barcelona.
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
Ferrán, F. (2025).En la arena de la migración internacional, un axioma y una pregunta. Acento. https://acento.com.do/opinion/en-la-arena-de-la-migracion-internacional-un-axioma-y-una-pregunta-9491778.html
Ferrer, J. (2020). Solidaridad y justicia: principios para una bioética global desde nuestra región. Puerto Rico
Pérez, R. (2025). Los hemos traído nosotros. Tomado de: https://www.zendalibros.com/perez-reverte-los-hemos-traido-nosotros/
Rawls, J. (1971) Teoría de la justicia. Fondo de cultura económica. Estados Unidos

