Con la orden departamental núm. 33-19 del Ministerio de Educación de la República Dominicana se inicia un revuelo de orden político que lo único que hace, a mi entender, es exponer sus múltiples aristas las cuales generan escozor a muchos actores que de entrada sienten que han sido excluidos del diseño.
La misma “establece como prioridad el diseño e implementación de la política de género en el Ministerio de Educación”, asumiendo una realidad a la que pocos podrían desconocer, pues es histórica y más que estudiada, el marcado sello machista de la sociedad y el papel de los distintos medios de socialización en su reproducción.
Todos los medios de socialización han sido vehículo de promoción y validación del papel avasallante de muchos hombres sobre el de muchas mujeres, así como el papel de algunos de ellos en el ingente esfuerzo de propugnar por una sociedad más equitativa conducente a la búsqueda de la igualdad de género.
No tengo dudas de la importancia de la resolución del Ministerio, la apoyamos inclusive, en tanto pone el tema sobre el tapete para que se inicie un debate que, sin duda, será sustancioso, enfrentará ubicaciones e intereses y será una magnífica oportunidad para confrontar el mundo de las posiciones.
Creo que pocos pueden identificarse como adeptos de una educación exclusiva donde se desconozca la dignidad de una persona en función de su género, sin embargo, vivimos cada día las consecuencias que se manifiestan en la práctica. Feminicidios, violaciones, discriminación, acoso de todo tipo, fortalecido por la ignorancia que lleva a colocarla como parte de la educación en la casa, en la escuela y otros escenarios. El reduccionismo ha sido llevar estas realidades solo al campo de lo sexual, ahora sufrimos las consecuencias.
Obvio que, al crear la comisión encargada del diseño y establecimiento de la política al designar los asesores de la misma, abren el mundo de la imaginación de lo que viene, que será no solo la disminución y cierre de brechas de desigualdad de género, sino que vendrán también las que se derivan del mundo de la biología sexual.
Estamos llegando a tomar de nuestro propio caldo, los que no han permitido dar paso a una educación de la sexualidad adecuada y mientras, transcurrieron dos o tres generaciones prevaleció la imposición y reinó la intolerancia.
De su lado, también se levantaron barricadas que en ese contexto quisieron imponer que lo educable no era la sexualidad sino el sexo y la redujeron a anatomía y fisiología, prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazos, promoción del conocimiento y acceso a los anticonceptivos y condones. Debates agrios sobre el aborto o los derechos de abortar, resaltando el derecho al cuerpo sin antes discutir sobre la propiedad y la gestión del cuerpo, condenando sus encuentros a titulares de prensa, pero sin dejar resultados tangibles porque no partieron del diálogo. Fue la misma norma de imposición, pero desde la otra acera.
Vamos por parte, si a este primer esfuerzo lo bombardeamos antes de conocerlo estamos condenados al fracaso, pues el Ministerio o los gobiernos se podrán imponer, las demás fuerzas sociales opuestas se podrán revelar, pero no tendremos resultados y seguirán discurriendo más generaciones desorientadas.
Sugiero que el primer paso sea dejar que se constituya la comisión, que agote el plazo dado para presentar su propuesta, que la conozcan las autoridades de educación y que se abra el debate con la comunidad, ahí podremos aportar, diferir, rechazar, pero ahora hacemos un flaco servicio al país cerrando las puertas antes de ver lo que existe dentro.
El país cuenta con expertos en educación sexual desde la década de los ochenta, con magister en bioética desde inicios de 2000, con especialistas en género desde hace muchos años, así como otras disciplinas involucradas, entonces, el debate no puede saltarse los pasos propios que dicta la prudencia.
Comprometámonos a opinar desde esos balcones, pero cuando se conozca de qué se trata, cuando veamos que hay reales intenciones de llamar al diálogo a todos, y cuando digo a todos digo a todos los sectores, sin exclusión