Ya hemos escrito sobre por qué educar en valores ahora como educar en valores. Encontramos la justificación en la necesidad de que las personas clarifiquen sus sistemas axiológicos y la necesidad de que la la familia y la escuela asuman esta tarea de manera protagónica.
Ahora estamos abocados a revisar para qué y cómo educar en valores. Durante mucho tiempo lo hemos dirigido a la imperiosa necesidad de que los adolescentes encuentren un marco de valores donde orientar sus vidas y la responsabilidad de que los maestros sean los artífices de esos proyectos.
De esta forma está más que claro que no basta con saber porqué hacerlo sino también para qué. Adela Cortina dirá que tanto la moral como la ética nos orientan para formar un buen carácter y que este a su vez nos orienta para enfrentar la vida con altura humana, nos introduce en la apreciación y degustación de los valores.
Estas definiciones parten del reconocimiento de que los valores tienen un dinamismo propio que se los aporta su diseño bipolar donde en un mismo binomio se colocan el valor y su opuesto o contravalor o disvalor. El dinamismo propio nos hará orientarnos hacía uno de ellos, ya sea aceptando o repeliendo, y en la medida en que lo hago con agrado o rechazo lo convierto en el valor. El que encuentra agradable el acto de robar, de no estudiar, de ser irrespetuoso estará aceptando el polo negativo (socialmente aceptado como negativo) como bueno y será a lo que está dando la categoría de valor porque es lo que para el o ella vale.
Esa libertad intrínseca del ser humano encuentra escenarios en la educación y para trabajar con los adolescentes un terreno fértil .La adolescencia como arte del proceso vital del desarrollo es un tiempo especial para la configuración de la identidad, en esta etapa de ideales nobles y puros, la vehemencia es una característica que permite que se aprehendan con fervor los modelos que les presentemos como buenos o los que ellos consigan y valoren por su propia cuenta.
Estas posibilidades abren entonces un mundo infinito a los educadores, padres e instituciones socializadoras del mundo axiológico ya que los y las adolescentes estarán en capacidad de decidir qué es lo que valoran como bueno. La escuela tiene un reto que conoce, el referido a su responsabilidad de educar en valores pero no siempre ha tenido la certeza de hacerlo de la mejor manera. Ha habido una constante intención de querer decirles lo que tienen que hacer porque a nosotros nos parece bueno o porque con esos valores nos ha ido bien en la vida o porque son los valores que preconiza determinada visión religiosa.
La intención es muy buena pero la metodología no necesariamente lo ha sido ni garantiza que ello se cumpla de manera total. Más de una vez han surgido asignaturas en la escuela que tienen como propósito el formar valores, tal ha sucedido en épocas diferentes en espacios dedicados a formación humana, como si los demás espacios no fueran también para ello.
La responsabilidad de poder definir para qué educar en valores tiene que pasar por la clarificación de por qué hacerlo pero sobre todo cómo hacerlo. La propia educación sexual ha sido en muchos casos y lo es aún en algunas experiencias existentes, una asignatura especial dedicada al tema como si no viviéramos educándola constantemente.
Esta tarea tiene que pasar por el encuadre de los ejes transversales pero por la claridad suficiente de quien quiere educar en valores. La misma autora antes citada dirá que educar en valores tiene como finalidad acomodar el mundo para que podamos vivir en él plenamente como personas.
Un conocido autor español que nos visitó hace un par de años, Fernando González Lucini decía en una conferencia sobre valores que los maestros actuaban como si los alumnos se fueran a morir en julio, debido a que queríamos dar en el transcurso de un año escolar toda la información académica y perdíamos la perspectiva de que la educación es un proceso que amerita paciencia, calma y sobre todo el convencimiento de que cada cosa va en su lugar.
Es una buena reflexión para clarificar para qué educar en valores y cómo, pues si convertimos en materias del curriculum lo que pertenece al mundo de las actitudes le estaremos inmovilizando su dinamismo propio y proponiendo la imposibilidad de que se construyan los instrumentos para conseguir los postulados de humanidad del desarrollo de la vida de nuestros jóvenes.
El gran problema ha estado en que hemos tenido la mejor de las intenciones pero el peor de los conocimientos de cómo realizarlo y lo hemos hecho como lo aprendimos. Es un momento adecuado de re aprender para no imponer el sistema axiológico que los adultos aprendimos en otra época.
No quiero plantear con esto que los valores ha y que cambiarlos en cada época, quiero decir que hay que contextualizarlo. Una joven que quería ser inseminada con los espermatozoides de su pareja que estaba en estado de coma a través de mecanismos eléctricos y en un determinado país permitieron la mitad del proceso pero ni sus leyes ni sus códigos morales, es decir sus valores, no permitían uno de los pasos y todo se solucionó con cambiar de país, a uno muy cercano, a pocas horas de vuelo, ese país aceptaba esos códigos desde su legislación y su visión moral. La pregunta y la respuesta están a la mano. Son los valores universales, todos los compartimos y la respuesta es obvia, así debemos entender que los valores de los adultos los formamos en un momento en que habían determinados parámetros que la sociedad valoraba.
Los valores como tal no se pierden y menos podemos culpar a los jóvenes de ser los responsables de esa supuesta pérdida. Los valores se transforman de manera suave con el discurrir del tiempo porque las sociedades valoran de manera diferente. Las modas son un buen ejemplo de lo planteado. Los pantalones de campana en sus ruedos y el poliester eran un símbolo de la moda de unas décadas anteriores y cuando los actuales adolescentes ven esas fotos se burlan porque ello significa un imposible en sus esquemas valorativos.
Reconocer la necesidad e importancia de educar en valores deberá pasar en la claridad de para qué hace falta que eduquemos desde esa perspectiva pero sobre todo en cómo realizarlo porque corremos el riesgo de creer que basta con que sigamos haciendo listados de valores que nosotros consideramos que deben ser buenos para nuestros jóvenes y que nosotros mismos somos el ejemplo viviente de ellos y con modelarlos y presentarnos como modelos estamos logrando una educación en valores.
La metodología es quizás lo más importante del proceso de formar en valores y es el llamado al que tenemos que responder para lograr no solo el que los valores positivos entren en la dinámica de la formación del joven sino sobre todo en la garantía de que permanecerán en el arsenal axiológico de los jóvenes de hoy y que ellos y ellas aprendan a la vez cómo se construyen para que puedan ser capaces de repetir el mecanismo cuando les toque asumir el papel de educadores con su alumnos o hijos.
Educar en valores es de trascendental importancia pero definir el cómo y el para que, constituyen en una urgencia dentro de la educación dominicana.
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