Bioética

La corrupción existe en el campo de la salud de una manera soterrada. La corrupción es la perversión de lo bueno, algo que era bueno se daña. La mejor comida que no se conserve en los medios adecuados termina por corromperse, mal oler, sabe mal, crecen patógenos e ingerirlos produce enfermedad, se ha pervertido lo bueno.

En el campo de lo social es lo mismo, los planes y programas buscan el bien común y los actores se encargan de dañarlo a través de sistemas muy sofisticados, finos, nada burdos por lo general pues como en salud hay mucha competencia, actores, manos, hace falta “competir” en esos mecanismos de la mejor manera posible.

En una publicación del CHR Michelsen Institute (U4 Issue) bajo la firma de Karen Hussmann “Enfrentar la corrupción en el sector salud” afirma que el gasto anual en salud a nivel mundial es de US$3 billones de dólares americanos, monto suficiente para atraer a interesados en el tema, en el negocio, en la intención buena de colaborar en la equidad de los servicios de salud, pero también las tentaciones a partir del negocio que allí se genera.

La autora de inmediato identifica una vía de corrupción que hoy es una gran industria, que nuestro país conoce una parte e identifica a un poco de actores: La falsificación de medicamentos, lo cual aumenta la oferta, la disponibilidad, presiona sobre los precios se posiciona y termina generando en los pacientes resistencia a los componentes químicos requeridos, falta de respuesta por no recibir dosis o compuestos adecuados y hasta la muerte.

De principio suena a un laboratorio clandestino, a un re-etiquetador dándole vigencia a medicamentos vencidos, pero no solo eso, muchos pueden estar colocados en los estantes de elegantes farmacias, famosas hasta con el desconocimiento de sus dueños.

“Se cree que el 10% de todos los medicamentos a nivel mundial son falsos” dice la autora y dependiendo del país puede llegar hasta el 50%. Como vemos es un crimen de lesa humanidad. Identificar este delito es terrible, pues compromete la vida de muchas personas, desestabiliza su entorno familiar, laboral, amical, sin embargo este no es el único ni el más grave, ya que el propio sistema de salud construye sus mecanismos de corrupción y dado que está ligado a la vida los elabora de una manera muy delicada.

El soborno, las dadivas, los regalos, las invitaciones pagas se transforman en golosinas envenenadas que corrompen vía los compromisos de reciprocidad obligatoria. Esto es conflicto de intereses y salvo excepciones de laboratorios, empresas, grupos que enmarcan sus gestiones de calidad en valores, la norma es comprar vía regalos a los profesionales.

Armemos un poco el cuadro. Los sistemas de salud al reformarse buscando mayor eficiencia, equidad y justicia distributiva va pasando por nuevos modelos y estructuras, por lo general la moda esta en descentralizar para poder ser mas agiles en las prestaciones de mejor calidad. Sin dudas es una buena herramienta ya que deja a los Ministerios roles de rectoría en términos de políticas, monitoreo, supervisión de su cumplimiento y se separa de las tareas de prestación dejándolas en manos de autoridades locales de los centros de servicio con muy buenos controles.

 

De allí se desprende una logística (la comida buena) y unas nuevas oportunidades de dañarla (corrupción): Medicamentos falsos, empresas proveedoras fantasmas, compras indebidas, sobreprecios, sobornos, contubernios, porcientos en efectivo, contrataciones, invitaciones pagas, y otras que no me se pero que sin lugar a dudas traen como consecuencia los males ya señalados hacia las personas que sin dudas siempre son los más vulnerables socialmente. Por ejemplo nos dice la Sra Hussmann que en China murieron 192,000 personas en el 2001 a causa de medicamentos falsos, aquí no hay estadísticas pero si consecuencias.

El solo hecho de hablar de reetiquetar medicamentos vencidos y “hacerlos nuevos”, falsificarlos, es causa suficiente de hacer ricos muchos eslabones de la cadena y mientras mas descentralizamos buscando eficiencia abrimos mas posibles espacios de interés para los “empresarios de la falsificación” y el desarrollo de la creatividad para nuevas formas de engaño.

La  corrupción cuenta con la condición humana como sustrato vulnerable, ello es grave pero en salud es gravísimo porque deteriora o acaba con la vida de las personas y entre ellas hay niños y niñas, ancianos, enfermos recuperables. Un verdadero crimen.

Los mecanismos anticorrupción exige de nuevos instrumentales de acción, no solo las policiacas que persiguen la corrupción sino las propias autoridades de salud con controles técnicos para validar la calidad de los medicamentos, para prohibir las dadivas  generosas que luego pasan facturas.

Qué decir de la ausencia de la implementación de mecanismos morales que a la vez son entes de prevención como son los programas de intervención en bioética, comités de bioética clínica (que sirven de defensores de los derechos de las personas), consultores en bioética  clínica que trabajen 24 horas para garantizar la moralidad del acto médico y no queden dudas como las que a diario se tejen de que hay negativa a atender pacientes que luego mueren y quiere culparse al médico.

 

 


Foto por Luciano Belviso / Attribution License

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