Bioética

Lamento diferir de quienes están llevando el proceso de legislar para imponer por ley la vacunación de enfermedades prevenibles por esta vía. He visto sociedades médicas y especialistas muy calificados del área manifestar su apoyo y, sin duda alguna, cargados de las mejores intenciones para favorecer el bien común.

Volvemos al campo de la incertidumbre que es el espacio preferencial de la bioética, tanto que podemos diferir entre los bioeticistas, dado que es una disciplina que justamente transita por la vía de lo posible y exige los caminos de la prudencia. Por tanto, mi posición es personal. “la bioética no dice nada”, dice cada cual.

Yo digo: llevar a niveles de obligación un proceso como este es legitimar la coerción cuando debíamos legislar o comprometernos de que este momento de prerreforma del sistema de salud entronice la atención primaria como estrategia y puerta de entrada y que la prevención, no solo la inmunización, sea fruto de procesos educativos.

Es probable que los resultados o la permanencia de ellos estén más garantizados que entrando por la fuerza, por ejemplo, con aquellos padres que se opongan a la inoculación.

Creo que nos asalta el sentido de la fuerza porque es un poco el modelo en que varias generaciones nos criamos. Cada ley adquiere fortaleza y reconocimiento en la medida que se le asignan garras, es decir, sistemas de consecuencias. No me imagino cómo se obligará y cómo se sancionará a quienes se opongan.

Pienso que daríamos más razones a los antivacunas para que rivalicen en esos momentos donde con adultos, con COVID que puede implicar muertes, aún hay resistencia de unos a inocularse, dudas sobre marcas, resabios sobre efectos adversos, creándose así las bases de oposición que podrá extrapolarse de esta experiencia al proceso en curso. En mi caso, soy pro-vacuna.

El consentimiento informado es un gran ignorado por todos y, en especial, por los médicos, esta es una nueva muestra, en este momento no es solo desconocido sino excluido.

Lo que si recuerda la bioética es la autonomía de las personas, no para decidir de manera desinformada, sino para educarles en lo fundamental para que puedan tomar decisiones libres. Lo contrario ratifica los principios del paternalismo donde se pone en manos de las figuras de autoridad el conocimiento y la razón en nombre del mejor beneficio del paciente, pero decidido por el médico. “el bien hay que imponerlo aun en contra de la voluntad del paciente” era la razón justificada en el mundo griego, pero han pasado unos días, determinadas revoluciones políticas y científicas y ya no prima el modelo donde uno manda y el otro obedece.

Educar es más importante, pero más difícil. Todos hemos repetido que a los gobiernos les conviene que la gente no se eduque para poder manipular sus voluntades, se reniega de eso y los partidos y candidatos lo proclaman, sobre todo en tiempos de campaña.

Los médicos queremos usuarios no pacientes, no clientes, pero a la hora de la verdad sale el padre bueno se impone lo que considera la mejor opción, decimos e imponemos lo que les conviene según nosotros.

Imponer las vacunas es un reflejo del paternalismo médico que era propio del mundo griego, no solo del acto médico, sino del fundamento ampliamente explicado por Platón al señalar que por órdenes de sus dioses unos nacían para mandar y otros para obedecer y no debo explicar quienes pertenecían a cada grupo, lo que debo es rechazar que esos criterios existan en un contexto de creación de democracia.

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