Sobre si es una acto humanitario el soporte nutricional o una indicacion medida todos quisiéramos tener las certezas morales que nos ofreció la universidad en los días de estudiantes, aquello parecía como que todo estaba escrito y así iba a transcurrir todo. Casi por veinticinco siglos el pensamiento medico iba parejo con el ordenamiento natural y el médico tenia siempre la razón y el deber.
Hoy todo es más complejo, se sabe más medicina pero hay más dudas morales de lo sencillo a lo complejo. Cuestionarse si la hidratación y la nutrición son siempre una indicación médica, si a veces son un acto humanitario es parte del día a día. Se sabe tanta medicina que lo que se dicto ayer diciendo que ambos eventos eran parte de la humanidad del médico, que la ética era preservar estas medidas por encima de todo hoy está en cuestión porque se saben de mecanismos bioquímicos y liberación de sustancias que desdicen de la sed y el hambre final y más bien indican que su colocación tendría en algunos casos más daño que beneficio.
Cada vez nos acercamos más a que cada caso es cada caso y como tal debe ser tratado. Tanto hemos querido hacer el bien que hay pacientes terminales, agonizantes que nos obstinamos en hacerle el bien y se le instalan procedimientos que sus reflejos rechazan y se apela a la restricción de movimientos, se les amarran las manos para que no se retiren las sondas naso gástricas o la parafernalia del soporte instalado, me trae el recuerdo Hipocrático de imponer el bien aun en contra de la voluntad del paciente.
Hay buena fe en el acto pero llegamos por esa via hasta el encarnizamiento terapéutico, que a mí me gusta más llamarlo el obstinamiento terapéutico, porque está más acorde con la buena intención médica a raja tablas que con el llamado ensañamiento terapéutico que deja un velo de mala intención cuando esto no es real.
Hay que evaluar si la medida ofrece más daño que beneficio para medir su necesidad de instalar, haya que medir la dimensión técnica del evento para medir si hay esperanzas. La nutrición al final de la vida tiene limitaciones que probablemente no tiene algún otro momento de la enfermedad en que la esperanza de vida está presente.
No podemos afirmar de manera categórica la eticidad predeterminada de una medida de instalación en el final de la vida porque hay que evaluar la condición del paciente pero también la decisión del paciente, evento que no siempre se sabe en el momento del desenlace porque quizás no lo puede decir, pero pudo haberlo dicho antes y funcionar como un testamento vital, se lo dijo a alguien, lo dejo por escrito o ya lo había conversado con el médico. Esa es la toma de decisión moral, no puede ser la intención beneficente del médico quien decida en este momento, cuando ya técnicamente es sabido que muchas de esas medidas de soporte enteral pueden traer signos y síntomas adversos como nauseas, vómitos, diarreas y el beneficio ser ninguno, o lo contrario en pacientes oncológicos, anoréxicos, caquécticos pudiera ser este mismo mecanismo una necesidad inaplazable.
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