Con frecuencia se habla de manera indistinta de ética y transparencia para abordar los temas como si se trataran de una misma situación.
Un material es transparente cuando deja pasar fácilmente la luz. Esta realidad física se extrapola en las sociedades y se convierte en aspiración, deseando que las actuaciones de los seres humanos sean tan diáfanas que no tengamos que suponer o que sorprendernos con los resultados.
El quehacer humano llevado al campo del servicio público adquiere connotaciones de enjuiciamiento cuando este se mueve en el rango de lo correcto o de lo incorrecto, de lo bien hecho o de lo mal hecho. Todos aspiramos a un estado transparente que sea el asiento de las acciones transparentes de sus servidores
Lograr la transparencia como forma de acción habla de la moral, es decir del comportamiento bueno. Actuar bien es un valor y la moral se nutre de valores. Cuando todos actuamos bien en un grupo decimos que ese es un grupo moral, si actuamos siempre bien decimos que hay una cultura moral o una cultura ética. Hubo una época en nuestro país en que todo el sistema de salud pedía a gritos a la iglesia católica que pusieran la administración de los hospitales en manos de las «monjas», porque ellas no roban, es decir se entendía que fuera de un conglomerado religioso no era posible ser honestos ni actuar de manera transparente.
Esta visión pasó de manera colectiva al estado y ha sido tanto el escándalo y el mal hacer que se estructuró una «cultura negativa» que plantea que no se puede ser honesto ni transparente en el estado. Se llegó a acuñar que todo el que llega a los cargos públicos es para robar, es para sacar beneficios, tanto que la norma «‘ética» es que quien no aprovecha el tiempecito que duran los cargos, para «hacerse» y ayudar «a los suyos es mal evaluado.
No son los enemigos los que recomiendan estas prácticas, son los mismos amigos íntimos y familiares que antes levantaron banderas de pulcritud. Lo realmente grave es que esto llegó a convertirse en la norma y la mala práctica en la costumbre.
¿Es lo mismo Ética que transparencia?
Aquí empieza a vincularse el tema que nos ocupa. La ética y la transparencia. Ethos es la palabra originaria de la que procede el término ética y se refiere a las «costumbres». Estas se forman de la repetición de actos que terminan llamándose «hábitos» y para que sean realmente éticos tienen que ser actos buenos, hábitos buenos y costumbres buenas. Así se forman las culturas buenas y malas.
En el estado lamentablemente los actos conocidos históricamente muchos han sido malos, ejercidos por malos administradores y en su entorno han crecido monstruos, tanto que nadie cree en este momento que se puede trabajar en el gobierno y ser honesto. Es el reto que tenemos en la actualidad poder demostrar no solo que es posible sino que es necesario, no solo por la valoración personal que podemos recibir sino porque estaríamos cerrando la posibilidad generacional de que los que vienen detrás de nosotros puedan construir una sociedad fundamentada en valores. Sería una quiebra sin retorno de la sociedad.
Para los griegos las personas desarrollamos dos naturalezas durante la vida: una congénita que es más biológica que otra cosa y una segunda naturaleza que se educa hacía donde la queramos tirar, a lo bueno o a lo malo. La ética nos dirá que debe ser orientada hacia la construcción de hábitos buenos o virtudes y a la evitación de defectos o vicios. Esto es lo que ha permitido a muchos decir que no es posible o que es difícil vivir en una sociedad dañada enseñando a promover virtudes y evitar vicios.
Desde el estado muchos piensan que esa tarea de educar en virtudes y valores es solo exclusividad de la escuela, por tanto de la secretaría de educación y no de nuestros más variados escenarios de trabajo, como en este caso sería la Secretaría de Agricultura o que la moral es propia y exclusiva de las religiones, pues parece que no es así y por eso estamos hoy aquí hablando de ética y transparencia.
La maestra Adela Cortina nos recuerda los cambios de la moral en las sociedades modernas y nos dice que hemos pasado de sociedades de códigos morales únicos o monistas a sociedades plurales, clarificando los mínimos que debemos compartir y estos son de Justicia, por tanto es posible educar desde mi trabajo, desde lo que hago si todos entendemos que estamos llamados a trabajar por la construcción de los mínimos de justicia.
Los mínimos y los máximos
La historia ha sido otra y es que hemos enarbolado las éticas de máximos como propuestas sociales. Máximos que son de felicidad y no de justicia. Máximos a los que ningún gobierno podrá satisfacer ya que la felicidad es un constructo individual, privado y no colectivo y ningún gobierno, presidente o ministro podrá satisfacer de manera individual en cada ciudadano. Ante la incapacidad de brindar felicidad muchos de los que se ven cerca del poder de administrar optan por establecer mecanismos anómalos para construir su felicidad particular o las de un reducido grupo, pero vulnerando los mínimos de justicia que si son patrimonio exigible de todos.
Para lograr esto se crean todos los artificios que sabemos, se involucran a estamentos administrativos, judiciales, personales, se corrompe lo bueno, lo armónico, se pervierte lo bueno, ya decían los griegos que no había nada peor que la perversión de lo bueno, es el fenómeno de la corrupción y ello implica que se opacifiquen los procesos, que no se vean a trasluz, que no pase la luz, que no haya transparencia en los procesos.
Actuar por lo moral implica haber tenido un sistema blindado de valores personales, rodearse de un equipo que comparta en confianza estos valores y que esté dispuesto no solo a realizar su trabajo habitual sino a formar trincheras axiológicas para que motivados por los deseos de felicidad particular no se perjudique al referente colectivo y su mínimos de justicia.
La justicia es equidad, es el tema de la distribución racional y proporcional de los recursos, según necesidades, es la llamada justicia distributiva, a cada cual lo suyo según su necesidad y esta es una tarea donde el colectivo tiene que ser identificado como el sujeto de la acción que realicemos.
Como vemos la tarea social es a la vez moral, lo social es exigible hasta por las leyes pero lo moral es una condición personal individual que nace de dentro de la persona y se convierte en fuerza. Un estado se podrá hacer moral cuando las éticas de las convicciones de que hablaba Max Webber se entronicen en el pensar y el hacer de los colectivos sociales.
Lo moral y lo legal
Estados como los nuestros tienen como deber apoyar en el espíritu de las leyes la consistencia axiológica de lo moral y ello se logra en la imposición de instrumentos y herramientas que posibiliten que establezcamos controles que monitoreen nuestro comportamiento moral.
Parecería paradójico pero es así. Un decreto puente que nos permitió controlar las compras grado a grado, (luego la revisión de la ley de compras) una ley de acceso a la información pública, un código de ética, por solo citar tres, son medidas hasta cierto punto coercitivas porque señalan el bien hacer, lo imponen de manera coactiva, es decir, si no se cumple se castiga por ley. Estamos obligándonos ante una conducta de in transparencia a ser transparentes a la fuerza, bajo la auditoría de la sociedad y esto porque no hemos podido ser moralmente fieles a los mínimos de justicias y hemos sido presos individuales de máximos de felicidad obtenida con el usufructo de los bienes de la sociedad.
Hemos desdoblado la moral en base a una cultura pervertida de que en los escenarios privados somos capaces de ser transparentes y pulcros, porque allí hay controles, porque allí también se premia el bien hacer, pero hemos colaborado en la tarea de desmeritar el estado como lugares imposibles de hacer las cosas bien hechas sino es bajo el imperio de la ley.
Los mínimos éticos y la transparencia
La tarea básica en que debemos enrolarnos es la de compartir unos mínimos decentes que promuevan la justicia, como equidad, como no discriminación, como modelo posible de convivencia. Las sociedades se revelan no solo contra la pobreza sino contra las diferencias vergonzantes de los muchos con poco y los pocos con mucho. Ante la imposibilidad de que haya justicia distributiva real, los pueblos se levantan no solo con revoluciones sino con violencia de comportamiento, expresado en el desorden, en el incumplimiento de las normas básicas de convivencia.
La propuesta moral de la época
Estamos convocados como generación epocal a hacer bien las cosas en este presente o estaremos condenando al país a no tener futuro. De los modelos posibles que les enseñemos a las llamadas generaciones virtuales o por venir dependerá el mañana que se construya. El reto de la época no es tecnológico como se pretende afirmar de manera categórica, es ético, es de sentido, no es hacía dónde vamos, sino hacía dónde llevamos lo que estamos empujando y esto amerita no solo de hacer bien lo que hacemos sino de hacerlo a la luz del cristal, de manera de que la sociedad reciba el beneficio pero también el ejemplo modélico de que no solo debemos hacer las cosas bien sino que es posible.
Es una tarea de convencimiento y de credibilidad de que desde el estado se puede ser decente y hacer bien lo que nos proponemos.
Los servidores públicos tenemos el mismo deber moral de hacer bien lo que hacemos, lo que nos cambia es el grado de responsabilidad, pero el deber es el mismo y cuando incumplimos cambia el grado de responsabilidad pero la falta a la moral igual se llama inmoralidad sin importar el cargo que desempeña el servidor.
La ética es una y única y no importa que estemos en lo privado o lo público la exigencia moral es la misma, por eso no existe una ética que sea pública o que sea privada y urge romper ese mito porque es el que validad actualmente el que hayan conductas para lo público diferenciada de las de lo privado.
Se puede ser ético y transparente en cualquier lugar que ocupemos en la sociedad.
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