Estando tan cerca de eventos electorales, veamos la relacion de minimos, maximos y elecciones. La profesora Adela Cortina, entre otros, levanta la bandera de las denominadas éticas de máximos y mínimos que son excelentes argumentos de uno de los más prestigiados modelos de la ética moderna.
Nos explica como ese binomio representa, en ese orden, la felicidad y la justicia como dos polos que tienen niveles de coincidencia y disidencia, coinciden en ser caras de una misma moneda pero estableciendo como diferencia fundamental que a los máximos se invita por estar vinculados a la felicidad que en última instancia es una categoría privada, individual y que en la mayoría de los casos para poder ser construida y disfrutada requiere de la existencia de condiciones personales, materiales, espirituales, pero al fin y al cabo es personal.
Generalmente los máximos están afiliados a las ideas de vida buena y son estos factores los que categorizan que sea un espacio del mundo de lo privado. En la ética de mínimos, por el contrario, entran al mundo de lo público, es de exigencia coactiva y está representada por la justicia. Donde hay justicia hay condiciones para la existencia de la felicidad y no a la inversa.
“Las éticas de justicia se ocupan sólo de la dimensión universalizable del fenómeno moral, es decir, de aquellos deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional que se deje llevar por intereses universalizables” (Cortina, 1998). Por esto a la ética de mínimos no se invita, se obliga porque se expresa en la ley que es un denominador común para todos.
Que tiene que ver este análisis con las elecciones en general y en especial con la dominicana, que en ese contexto se manifiesta el denominado “politeísmo axiológico, que Max Weber identificara como una apuesta a valores propios de cada sector, los cuales defienden de manera fanatizada y excluyendo de antemano la validez de la de los contrarios e impidiendo la intersubjetividad de los mismos, intentando imponer sus criterios morales como los únicos y los correctos.
La perspectiva de la ética de mínimos se acerca más al concepto de “pluralismo moral” porque incluyen el debate para la construcción de mínimos morales compartidos incluyendo como bueno y valido el no tener que compartir los máximos morales que dichos grupos propongan.
En esa perspectiva entra el tema de las elecciones y los conceptos antes emitidos se convierten en poesía, pues la realidad se torna hostil y lo que aparece como norma del politeísmo axiológico es que las ofertas de campañas se fundamentan en los máximos, aquellos que son ideas de vida buena, aquellos que pertenecen al espacio personal y privado de los individuos son levantados por los políticos como oferta de vida buena para todos, ofertas de felicidad colectiva, un nuevo estado de bienestar desde la perspectiva de dicha felicidad común.
Por ello aparecen ofertas increíbles, mesías que preconizan por sus altoparlantes su virtud de rey Mida que todo lo que toque convertirá en oro y que a partir de la fecha de toma de posesión no habrán más pobres porque todos tendrán de todo. Lo que son máximos de felicidad lo promueven como si fueran mínimos compartidos.
Si eso es grave, más grave es reconocer que la mayoría de los votantes, los mas, los que no han tenido acceso a la educación, a la salud, al empleo digno, exigen oir estas propuestas, porque si algún candidato osara decir que antes de esas ofertas de vida buena propondrá cosas distintas a ello, no votarían a su favor. Entonces se arma el juego de la mentira, de decir lo que quieres oir pero que nadie podría cumplir, es como el cuento del candidato que ofrece un puente por donde no pasa un rio y al advertírselo, promete posteriormente traer el rio para que le pase por debajo.
Por eso diría Boff en “que ética va a prevalecer” hace falta que se presenten programas y que se debatan, que se conozcan y que se opine, para que los grupos afectados por el déficit y los que serian beneficiados con el cumplimiento puedan opinar y se conviertan en actores, promotores y defensores de sus propios derechos y de allí puedan posteriormente no solo recibir rendiciones de cuentas de sus mandatarios sino reclamantes legítimos del cumplimiento.
Eso va más de la mano con la propuesta de ser ético en el ejercicio del poder, lo cual ahora está de moda en más de dos de los candidatos actuales que se auto promueven en base a su moralidad y a la esperanza de hacer un gobierno ético.
En países pobres como el nuestro no es posible seguirnos manejando con las ofertas de máximos sino que urge que los partidos ya aliados en torno al fin electoral de tomar el poder presenten a la comunidad los valores mínimos compartidos a lo que se comprometen y que en realidad puedan cumplir.
Estamos en víspera de elecciones, aun estamos a tiempo.
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