¿Existen valores sexuales?. Esta es la pregunta clave, entonces hablemos de valores sexuales. Ciertamente existen y es el tema que nos motiva a escribir sobre todo en el contexto en que hoy se mueven los temas relativos a la sexualidad y a la responsabilidad sexual.
El tema de los valores sexuales es uno de los más candentes en la discusión moderna de la educación sexual.
Los valores sexuales no son ajenos al mundo de los valores generales que todos tenemos y en los que cada uno orienta su vida. Vivimos en un mundo plural, con distintas formas de pensar, de creer, de amar, de orientar la sexualidad y la vida sexual.
En 1997, sexólogos de diferentes partes del mundo se reunieron en Valencia, España, en su congreso mundial número trece, y este fue uno de los temas centrales y de los cuales sacaron lo que se denominó: la “Declaración Universal de los Derechos Sexuales”.
En once puntos enmarcaron los derechos sexuales de las personas, abarcando en ellos la libertad sexual, autonomía, privacidad, igualdad, derecho al placer, la expresión sexual emocional, a la salud reproductiva y a tomar decisiones libres y responsables, derecho a la información, a la educación sexual y a la atención clínica.
Estos códigos son importantes, pero entiendo que son limitantes porque reducen las conquistas a solo los temas que aparecen enumerados en la declaración, pero los nuevos retos y las nuevas realidades, quedan desconocidas, justamente por ser situaciones nuevas.
Los derechos sexuales no pueden ser heredados ni asignados por grupos, que si bien tienen buenas intenciones, también están influenciados de acuerdo a su mundo de creencias y a sus opciones y preferencias sexuales.
Las personas no valen en función de sus derechos sino que tienen derechos en razón de lo que valen, de que son personas. Ya lo diferenció Kant al decir que: “las cosas valen pero las personas tienen dignidad”. Es en base a esa dignidad que cada quien, dentro de un marco de valores personales, familiares, sociales, construyen un sistema de valores dentro de los cuales están los sexuales, no como algo aparte de su vida sino como expresión y manifestación de ella.
Un especialista en el tema de los valores dijo una vez que “un valor es lo que vale”, o sea, a lo que usted le da valor. Se puede tener en mano un lápiz que en el mercado cueste diez pesos, pero puede ser un regalo de alguien muy querido, o pudo haber pertenecido a un familiar muy allegado y para la persona que lo tiene no vale diez pesos sino que no tiene forma de ponerle precio por el alto valor emocional.
Llegar a acuerdos sobre precios, montos y significaciones solo es válido para aquello que debe ser normado socialmente para lograr comportamientos comunes. Imaginemos que se se haga una ley imponiendo a todos ser homosexuales o heterosexuales. Estaríamos coartando la libertad y pisoteando la dignidad de las personas.
Los grupos de pensamiento común, como las religiones, hacen propuestas de vida buena para los que quieran aceptarlas y se comprometan a vivirlas como tal, pero eso tampoco puede ser impuesto para todos, sino dejar que cada quien, sin violentar las reglas generales de la convivencia, sin dañar a terceros, puedan construir su mundo de valores sexuales enmarcados en la privacidad y el amor como elementos definitorios.
Los valores expresan formas de creer por eso los valores sexuales expresan la sexualidad del individuo y se entrecruzan en el mundo plural donde distintas manifestaciones presentan su propuesta y reclaman una educación que retome los mínimos morales de consenso, respetando las diferencias, estableciendo en los mínimos los limites que estén dentro de lo moralmente aceptado pero respetando a los disidentes y el ejercicio de sus valores dentro de sus adeptos.
Foto por Darij & Ana / Attribution License
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