Bioética

La maestra Adela Cortina ha publicado un interesante libro denominado “aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia”.

Su planteo principal es que hay una xenofilia o amor y atracción por los extranjeros que nos pueden aportar algo, como en el caso de los turistas, profesionales exitosos que migran a ejercer en nuestros países y existe lo opuesto como tal, una aversión o rechazo al extranjero que en vez de traer algo, de aportar algo, viene más bien a buscar. Es el rechazo a su condición de pobre, es lo que ella llama aporofobia, rechazo al pobre

Mi intención no es comentar el libro, sino ver su aplicabilidad en el caso que nos queda más cerca, que está en el tapete, el haitiano, en tanto es el más próximo que tenemos, que llena esas condiciones de venir a buscar. Le pusimos freno con el 80-20 para lograr que el máximo de mano obra utilizada sea la criolla, sin embargo, sobrepasan el 20% porque tienen más necesidad y todo lo hacen más barato, copan la construcción, sobreabundan en la agricultura y los que no piden en las calles o se unen al vandalismo.

Ahora el problema es mayor, no solo les quitan el trabajo a los dominicanos, sino que les quitan la oportunidad de buscar salud en los hospitales. En torno a su miseria se orquestan mafia que venden lo que no es suyo, ofertan el sistema de salud dominicano como propio, desde médicos haitianos que refieren pacientes como si fuéramos un sistema único de salud.

Ahora se denuncia un nuevo hecho, el que nos han convertido en el “paritorio” de las haitianas y de inmediato se genera una discusión sobre como detener la situación. Las vías coercitivas, no dejarlas pasar, cobrarles por uso de los servicios, cuantificar sus gastos. Lo más peligroso, dominicanos reclamando con protestas in situ en las maternidades para evitar que ellas acaparen los servicios de maternidad. El próximo paso será violento.

Un grave problema ético, son personas, con dignidad, con necesidades, sin salidas materiales a sus problemas en su territorio y a pocos kilómetros de distancia la tierra prometida donde mana leche y miel. Llegan a ella como promesa, a reclamar lo que entienden les pertenecen y desplazan de las camas a sus legítimas dueñas.

En que se diferencia una embarazada haitiana de una dominicana, en nada, son mujeres, gestantes, con dignidad y ante una realidad natural como el parto, no ante una emergencia, la sociedad norma a través de las leyes y la moral a través de principios y deberes.

La ley general de salud tiene resuelto estos problemas, solo habría que aplicarlas sin tomar medidas extraordinarias. Su capítulo I articulo III afirma: Todos los dominicanos y dominicanas y las y los ciudadanos extranjeros que tengan establecida su residencia en el territorio nacional son titulares del derecho a la promoción de la salud, prevención de las enfermedades y a la protección, recuperación y rehabilitación de su salud, sin discriminación alguna.”

Ya la constitución vigente iguala en deberes y derechos a extranjeros y extranjeras con los nacionales (con algunas excepciones), pero exigiendo estar registrados en el libro de extranjería.

Vuelvo a la aporofobia, entonces que hacemos ante la aversión a los pobres? Dos cosas se podrían aportar desde la ética de la responsabilidad. La primera asumir las normativas, diseñar las que no existen, cumplir las vigentes, de manera que los dominicanos y extranjeros con derecho no pierdan su primacía ante lo que les corresponde en derecho.

Segundo asumir, como en efecto se hace, como un hecho moral, que las emergencias y urgencias no miran nacionalidad y responden a favor de la vida.

Eso se hace con dominicanos pobres, en situaciones de emergencia, en servicios privados, la ley obliga estabilizarlos, a responder por la vida y luego referirlos al servicio público que es donde se gestiona el bien común como responsabilidad del estado (ética del cuidado)

Cobrar por servicios sería una salida intermedia, pero ya sabemos que la mayoría no puede pagar lo que cobran en su país, migran aquí porque no pagan, porque hay más calidad y confort y porque además se quedan después a trabajar y a vivir aquí, quitándole derecho a los propietarios de este, eso no es moral.

Le quitan a los dominicanos territorio, espacio físico, asientos en la escuela, camas en el hospital, trabajos en las calles, eso no es ético.

La ética de la responsabilidad mide las consecuencias de las acciones entonces le corresponde al estado tornar en medidas prácticas, aquellas que normalicen los hechos. De lo contrario sabemos lo que va a pasar, tendremos una aporofobia en legítima defensa, una aporofobia inducida por irresponsabilidad de aquellos a quienes les corresponde normar y definir las excepciones.

En este proceso hay una pendiente resbaladiza, porque los argumentos dominicanos son más que válidos, pero pudieran llegar a ser terribles si se llevan a la práctica por sus propios medios, como ya hemos empezado a ver. Y pagarían inocentes probablemente, pobres que han sido víctimas de las mafias de allá y aquí.

La aporofobia seria haitiano fobia, quedaríamos como verdugos porque los encargados no asumen la ética de la responsabilidad. Ojo con la aplicación de la aporofobia, como todo planteo bioético tiene que partir de los hechos concretos y sus componentes, sería muy peligroso quedarnos en el título, pues seriamos verdugos, ellos víctimas y los corruptos que generan estas situaciones seguirían siendo invisibles.

1 comentario

  1. Muy interesante Miguel, aunque me queda la pregunta inicial ¿qué hacer? El asunto es que quienes se benefician de todo esto siguen intocables en ambos lados, se siguen beneficiando sin importarles ni lo moral ni lo ético. Y para colmo, cada día el problema cobra mayores dimensiones.

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