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Si tuviera que definir de manera breve y rápida de que trata la bioética no temeraria en decir que esta habla del proceso argumentativo para la toma de decisiones, de manera que se propongan cursos de acción probables, posibles y prudentes.
Nada en esta llamada post modernidad es seguro, por eso el camino de la argumentación se encuentra de inicio con posiciones opuestas entre los actores que deliberan sobre hechos y valores. No tenemos el entrenamiento formal en la gestión de las incertidumbres por lo que tendemos a buscar lo demostrable, lo apodíctico, lo cierto o seguro.
Si hubiera certeza de lo tratado sobraría la deliberación, pues sobre lo que sabe no cabe deliberación sino opinión y cada vez estamos menos seguros de lo que sabemos y la practica diaria así lo demuestra.
La prensa, el otro, el amigo, a veces tienen propuestas que son reflejo de posiciones y justificaciones que no coinciden con las nuestras, pero ello no quiere decir que por definición estén errados y si así lo consideramos solo corresponde hacerlas pasar por los pasillos del dialogo argumentativo, con la anticipada convicción de que de ese encuentro saldrán rectificaciones o confirmaciones. Su objetivo no es convertir al otro, es poner en juego el método de la deliberación moral, para descomponer las situaciones fácticas y axiológicas, airearlas para arribar a las mejores decisiones.
Sean cual sean las conclusiones la bioética habrá cumplido su objetivo de contrastar con argumentos las posiciones enfrentadas, pues es un dialogo entre posiciones que busca poner en orden los postulados de la conversación.
Todos de alguna forma deliberamos, pero no siempre lo hacemos bien, pues en su nombre se cometen imposiciones o malas interpretaciones que ameritan también ser revisadas. Ello quizás es debido a que hemos sido educados en visiones polares, dilemáticas, en las que hay que construir dos opuestos y uno debe destruir al otro. No hemos sido educados en la probabilidad sino en la búsqueda de los absolutos, de las certezas y quien se cree tenerlas se abandera a su vez de la verdad y el triunfo.
Por estas razones en bioética somos tan apegados al debate respetuoso con la intención única de llegar a conclusiones morales que beneficien al mayor número de afectados sin tener que caer en propuestas extremas sino en cursos de acción intermedios. Deliberar exige condiciones.
Otra condición entre los dialogantes es saber escuchar e interpretar para poder levantar sus reacciones ante la situación debatida. La deliberación refleja y pone en juego los sistemas de valores y creencias de los participantes, por eso se hace tan difícil asumirla porque los valores son parte intrínseca de nuestras vidas, tanto que somos capaces de arriesgar hasta la vida por ellos.
Los fanáticos, políticos, religiosos, deportistas no saben deliberar porque de inmediato afloran sus actitudes de defensa de sus intereses particulares. Estos abanderados reflejan su visión de que la ética es un fenómeno demostrable, cuya tarea es demostrar, convencer, imponer. Estos no pueden deliberar.
A deliberar se aprende y por eso se enseña a través del curriculum, se educa. Los programas académicos sobre bioética se desplazan sobre el eje de la deliberación sino el resto se convierte en teoría.
Se aprende deliberando por largo tiempo hasta asumirlo, más que como método como forma de vida
Me agrada ver los diálogos entre los colegas de la CNB en el chat y otros escenarios.
Sigamos deliberando.


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