Los nuevos tiempos marcan hitos con dolores de parto. Una pandemia, una guerra son dos detonantes lejanos a la isla, luego se acercan acontecimientos migratorios, fronteras porosas, tambores de alerta, inflación, desabastecimiento prometido y al final nos movemos en un mundo de incertidumbre, donde no es posible asegurar nada.
Mientras se cuelan vientos de ritmos urbanos que los coronan hechos de unos que se arrepienten de sus letras y movimientos y se convierten a la religión, otros exigen que renuncien a la sensualidad, vulgaridad indiscriminada, sexualidad expresa.
La bioética se resiente y los bioeticistas en un ejercicio muy juicioso contrastan los hechos con los fundamentos y nos encuadran el papel subyacente y dirigido del capitalismo salvaje, el neoliberalismo, la mercantilización del arte, el cuerpo y la supremacía del ganar a toda costa creando ídolos de barro, de una duración efímera hasta que se extingan y surja el sustituto generador de las ganancias de los dueños, las manos invisibles.
Eticamente, aquí en el país, he oído campanas de afiliación al derecho de expresión, la libertad de movimiento y elección de quienes valoran conciertos como los multitudinarios y millonarios, pagos por sus adeptos que son su militancia dura o por los padres de otros, generando nuevas preguntas para todos. Las religiones, la educación, una buena parte de la moral social la rechazan llegando a proponer censura, otros con manos suaves proponiendo argumentos contundentes y otro poco intentando dar razones para recuperar derechos que entienden son adquiridos y legítimos.
Creo nos corresponde dar razón de lo que pensamos sobre los hechos, sobre sus consecuencias y deliberar sobre ellos. Mal hacemos si confundimos la ética con las morales. La primera nos convoca a la defensa de la vida y la calidad de esta, agrupándonos en un concierto de defensoría de la dignidad y los derechos humanos, mientras que desde distintas esquinas morales le ponemos nombre a esa militancia.
Hay muchas morales y una sola ética, las primeras se construyen con estimativas, con valoraciones y se denominan con el apellido paterno. Sera moral religiosa, política, social, empresarial, lo que no puede es negar su responsabilidad con la vida, el bienestar, la felicidad entre otras, pero difieren en la forma de proponerlas. Nos toca levantar la bandera del respeto a las posiciones morales sin imponer la nuestra, pero sin abandonarlas, confrontarlas, intentar convencer con argumentos o en caso opuesto fortalecerla de razones y en base a ellas contribuiremos a dar fundamentos para que cada esquina moral se fortalezca y brinde a la sociedad razones razonables.
La sociedad no debe esperar de la ética moralización, tiene que dejárselo a las religiones, no debe esperar códigos debe dejarlo a la deontología, no debe esperar cruzadas sino debates, alternativas orientadas a la construcción del punto medio en la búsqueda del bien común y la evitación del dano. Eso se espera al operativizar los componentes de la esquina moral donde nos alojemos, no atrincherándonos como contrarios, no entendiendo al opuesto como enemigo sino construyendo cursos de acción, espacios de deliberación armónicos, lo cual no implica ser neutrales, todo lo contrario, hay que tomar posiciones desde una militancia instrumental con el interés de demostrar la validez de las propuestas.
Nos hemos mal educado en la visión dilemática de los hechos como única forma de comprender la realidad y e malo porque polariza e implica imponer un polo destruyendo al otro, contrario a la visión problematizadora, no desde el dilema sino desde el problema
Bioética es dialogo que confronta el mundo de los valores de los participantes y en el campo social buscar el aporte para consolidar propuestas de vida buena. El consenso no es el objetivo sino la deliberación,

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